ALFREDO TORERO y FERNANDEZ de CORDOVA
(1930-2004)
Omenaje y testimonio
Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros
que tienen en sí el decoro de muchos hombres…
En ellos van miles de hombres, van pueblos enteros,
va la Dignidad Humana.
José Martí
Este Omenaje y testimonio ala memoria de Torero fue suscitado por la presentación del documental que Federico García le dedica y, sobre todo, por las manifestaciones de algunos de los asistentes a este acto que se realizó el 10/9/11.
Mi testimonio se basa en que cuando fui miembro de la asamblea universitaria de nuestra Alma Mater, Torero era Vice Rector. No fuimos amigos pero, por una parte, ambos éramos amigos del rector Jorge Campos y Rey de Castro y hubo cierta simpatía mutua, lo que permitió que, en algunos ocasiones, conversásemos con bastante franqueza sobre ciertos temas "delicados" (peligrosos) y, por otra parte y sobre todo, están las manifestaciones oficiales o públicas de Torero en su función de encargado de velar porque las “autoridades” de turno respetasen los derechos humanos, al menos, en lo que se refiere a los miembros de la comunidad akadémica.
(Para tener una idea de lo arduo y peligroso de la tarea de Torero, recordemos que esas mismas autoridades habían ordenado la masacre de cientos de presos desarmados en la isla del Frontón y, en el interior del país, la de cualquier comunidad sobre la que cayese la más ligera sospecha de que habían tenido la más mínima relación con alguno de los grupos alzados en armas. Y esa relación podía surgir del simple hecho de que, por allí, pasó una columna de hombres armados).
Mi testimonio difiere con lo que acabo de escuchar anoche (10/9/11) en la presentación del documental de Federico García sobre Torero donde algunas personas relacionadas con el Maestro desde mucho antes y mucho más estrechamente que yo trataron, afanosamente, de “limpiar” su imagen.
El omenaje es, simplemente (no podría ser de otro modo) el reconocimiento del valor de Torero como científico y, lo más importante, como Ombre en su plena Dignidad.
En el aspecto científico, Torero y Noam Chomski son los más importantes linguistas en momentos en que, por haber hecho eclosión la linguística como ciencia formal, apareció una constelación de genios dedicados a esa rama del conocimiento humano, la que estudia, justamente, el fundamento de nuestra umanidad, el lenguaje. Para nosotros, erederos de culturas milenarias creadoras de los lenguajes más racionales, cultivar la lingüística y la filología andinas es vital para establecer o restablecer nuestra identidad y recuperar nuestra autenticidad sin lo cual no superaremos muestra akulturalienación ni nuestra condición de pueblo sometido. Torero estudio los más importantes de nuestros idiomas y, en algunos casos, trató de reconstruirlos o de salvar lo poco que quedaba de ellos. Su thesis doctoral fue sobre uno de los lenguajes desaparecidos, el pukina.
En el caso del
RunaSimi, contra la opinión de todos los que se habían pronunciado antes
sobre el punto, estableció que el origen de lo que los españoles llamaron
“lengua general” del Tawantinsuyu, era la costa central y, más tarde, enterado del descubrimiento de Karal,
y en pleno acuerdo con Ruth Shady,
la descubridora del centro urbano más antiguo de Abia Yala y uno de los más
antiguos de nuestro planeta , establece
que el idioma que, desde hace más
de cinco mil años, empleaba el Runa que creó y habitó Karal fue el RunaSimi (la lingua hominis).
El otro gran aporte de Torero respecto al RunaSimi fue la clasificación, quasi linneana, de las diversas variedades o variantes (con sus subdivisiones) de esta lengua malllamada quechua desde
Domingo de sto. Tomas (1560).
Se podrían agregar varios puntos más, pero para nuestro
objetivo, basta con lo escrito; en todo caso, se puede ver la presentación de
Gustavo Solís a la compilación de los trabajos de Torero cuyo primer tomo acaba
de aparecer (Huacho, 2011). Pasemos a lo más importante.
Aunque en la mayor
parte de los científicos la razón suele ser tuerta (y se limitan a observar sus papeles , sus libros, sus micro- o tele-skopios, a anotar esas observaciones, a evaluarlas o
a experimentar) Torero (y en este aspecto también coincide
con Chomski, uno de los más agudos críticos del
systema imperante) fue, desde muy temprano, un activo militante
en la lucha popular contra la injusticia, la opresión y la explotación a que están
sometidas las grandes mayorías en
nuestro país y en casi todos los países del mundo. Con la acotación, importantísima, de que en este país esas mayorías somos los
autóchthones o los que, en alguna
proporción, descendemos de ellos, de
esos que usaron algunas de las
milenarias lenguas indígenas a cuyo conocimiento o
esclarecimiento dedicó Torero su vida akadémica.
Así pues, Torero fue,
a lo largo de toda su vida, como
estudiante, como profesor, como autoridad universitaria o como investigador del
más alto nivel un Revolucionario en el
más auténtico sentido de la expresión (y
no hay que temer a las
palabras). Y, justamente, no
temiendo a las palabras quiero aclarar un punto que en el documental se trata de soslayar, Torero fue, cuando
menos, un decidido simpatizante (como muchos otros akadémicos que, como el propio Torero, no podían
expresarlo libremente) de los satanizados movimientos que,en esos momentos,
estaban alzados en armas tratndo de
derribar el systema imperante.
Sabemos de muchas
otras personalidades muy destacadas de nuestra intelectualidad (Prudentia nos obliga a callar sus nombres)
que, cuando menos, también simpatizaron, y muy cálidamente, con alguno de esos
movimientos. Por haber ya fallecido y porque, además, cuando se descubrió que
había pertenencido al Comité Central del PCP, se hizo un gran escándalo
mediático al respecto, nos permitimos nombrar al Dr. Francisco Alarco y
Larrabure notable psiquiatra y umanista pleno por cuya memoria guardamos un
profundo respeto todos los que lo conocimos. Y también merece nuestro cariño, respeto y
admiración la memoria de Rosita Alarco y Larrabure que si bien no
perteneció al PCP (o, al menos, nada permitiría afirmarlo) siempre se
solidarizó con la causa y las luchas populares.
Torero, en la penúltima etapa de su vida, como vicerrector
de nuestra universidad y como Presidente de la más importante comisión de la
asamblea universitaria (la que, en tiempos
tan tormentosos defendía los DDHH)
demostró el coraje que le valió
ser considerado como uno de los más peligrosos enemigos no sólo del régimen,
sino del systema que, para anularlo, le aplicó el sanbenito de
terrorista. Fue perseguido, encarcelado y torturado (y no por primera vez) y el estado genocida que sufrimos intentó
asesinarlo. Como consecuencia de esas
torturas quedó ciego y con el organismo totalmente maltratado. Finalmente,
consiguió se le concediese asilo en Holanda (la España no tan postfranquista se
lo había negado) y pasó la última etapa de su vida en el exilio donde, en las
condiciones más difíciles, pudo continuar su obra, sufriendo la amargura de no
poder retornar a su patria ni siquiera para morir en ella, aunque quizá se le
hubiese seguido maltratando.
Baste recordar el recibimiento vergonzante que dieron las
autoridades sanmarkinas a los restos mortales del Amauta que regresaba al seno
de los suyos y compararlo con la faustuosa recepción (que
hobiesen querido versallesca
pero que sólo llegó hasta donde
lo permitió su misérrima mediocridad) que esas gentes tributaron al más célebre
agente viajero del establishment que, con el entusiasmo propio de un neófito
que acaba de descubrir el fundamentalismo, está dedicando sus últimos años a
predicar su kakangélion de londres a tokio y de stokholm a santiago con
mercenarias paskanitas en cuanto poblado intermedio se
pudiese. Evidentemente, la
tricoronada o tricorneada
ciudad de los
reyes no podía ser la excepción con el agregado de que, aquí,
sus embelesados anfitriones alucinaron
que bastaba con rozar el oropel
nobelesko o markesesko para quedar ennobelezados o ennoblezkados (ya
que no ennoblecidos).
Claro que, para estos perpetuos aspirantes
a cualquiera de
esos premios consuelo
con los que
el systema los
somete o amansa
(y que, ni
en el más desbocado
o descocado de sus
sueños se imaginarían en
stockholm) lograr el nobel es la
mayor proeza posible para cualquier
mortal. Y si este
novelesco nobelwinner
al que, pese a su
confesado apatridismo (que
él llama kosmopolitanismo) consideran
su compatriota, les
concede el altísimo honor de su
visita, pues habrá que
demostrarle que, a
falta de otras
virtudes, los de
aquí poseen una
de las columnas más
flexibles del mundo.
Lo lamentable es que el ridículo sainete
programado para la
memorable visita de
maximus laureatus (con rabo,
orejas, cuernos, patas
y hasta el
cuero del noble
quadrúpedo) culminó con una villanía
catedralicia, crearon una
cátedra consagrada a
mantener y propagar
el culto ala
memoria de su adorado nobelprize.
Debió de haberse inaugurado
con la bendición
solemne de cipri el purpúreo (su traje de
luces, el más
vistoso de todos,
combina oro y plata con
el morado) pero el mataor
los honró con
su ausencia.
Todo el claustro
sabía y sabe
que en nuestra universidad
(y limitándonos a
las Humanidades) hay,
por lo menos,
media docena de Maestros que
merecen una cátedra
y varios cursos
para estudiar su
obra. Uno de
éstos es, justamente, Torero; pero no es el
único. Allí están
los legados inagotables
de César Vallejo
y José María
Arguedas, J.C. Tello
y Luis E.
Valcárcel , Augusto Salazar
Bondy y Víctor
Li Carrillo en
primer lugar. Y
si no fuésemos
estúpidamente aldeanos, también
se incorporaría a
Mariátegui y a
Emilio Choy.
Termino con un contrito mea culpa. Ajenos a la valerosa e infatigable actitud de Torero
y unos pocos universitarios más (alumnos y profesores) en defensa de los DDHH
más elementales, la gran mayoría de los
profesores (entre los que me conté)
asumimos la cobarde actitud de no ver nada que estuviese más allá de nuestras mezquinas obligaciones
lectivas. Por eso la valentía de
Torero que, por sus ideales, renunció a
las comodidades pequeñoburguesas que otorga la akademia, que sufrió persecución, cárcel, tortura y
exilio que deterioraron su salud y su
integridad física y acortaron su vida, nos merece el más profundo respeto y
admiración.
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